Terapia gestalt, principios gestálticos.

La Terapia Gestalt es un tipo de psicoterapia practicada en todo el mundo desde principios de los años 50. Forma parte de las llamadas psicoterapias humanistas, que ponen el énfasis en el desarrollo del potencial humano y suponen una alternativa al Psicoanálisis clásico y a las terapias conductistas.

Su origen está en el Psicoanálisis, pero se trata de un enfoque que, sin renunciar a comprender la infancia o el pasado del paciente, centra su interés en el presente. El punto de partida está en «cómo» funciona el paciente en el mundo, más que en analizar el «porqué». La segunda gran diferencia con el Psicoanálisis clásico consiste en que frente a la rigidez teórica y metodológica de este, la Terapia Gestalt valora y fomenta la flexibilidad y la creatividad.

Por último, en lugar de pretender un análisis sistemático descomponiendo los problemas en sus elementos más simples como ocurre en las terapias cognitivo-conductuales, la Terapia Gestalt propone un punto de vista global de la persona. Se busca una mejor integración entre cuerpo y mente, emoción y pensamiento, pasado y presente, etc.

Existen distintas corrientes dentro de la Terapia Gestalt, cada una con su punto de vista teórico y práctico, sin embargo todas comparten una serie de principios y objetivos que pueden resumirse como sigue.

Entender al paciente como una persona que busca un cambio, no como un enfermo a curar.

Entender la terapia como un crecimiento, no como una reparación.

Liberarse la vergüenza que nos paraliza.

Incrementar la consciencia global,

no solo la reflexiva. También la emocional y la corporal.

Fomentar la “presencia” del paciente. Pensar, sentir y actuar “aquí y ahora”

Solo tenemos acceso al mundo en el presente y por lo tanto el cambio solo es posible en él.

Favorecer la autorregulación.

Confiar en nuestra tendencia natural hacia lo saludable.

Son el miedo y el control excesivo los que nos alejan de ese estado.

Dejar que emerjan nuestras verdaderas necesidades a traves de la espontaneidad.

Aceptar la responsabilidad individual.

Recuperar la noción de que somos los actores de nuestra propia vida,

que tenemos la potencia, y el poder para el cambio.

Aumentar la capacidad de elección del paciente. Ser más libres.

Potenciar la creatividad y la flexibilidad en nuestro entorno.

En definitiva, pasar del aislamiento o la dependencia a los vínculos nutritivos y la autonomía.

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