¿IMPOTENCIA O INAPETENCIA? — febrero 22, 2016

¿IMPOTENCIA O INAPETENCIA?

obtenido en blogdelpene.com

En los manuales de Psicopatología se denomina “impotencia” a uno de los trastornos sexuales más comunes entre los hombres y que consiste en el “fallo en la obtención y mantenimiento de la erección”.

Por supuesto pueden existir causas “orgánicas” para este problema pero se estima que esto ocurre tan solo en 1 de cada 10 casos. El resto se atribuye a “causas psicológicas”. Irónicamente la principal de estas causas es  el mismo miedo a no tener una erección. Se sabe que la mayoría de los hombres tienen en algún momento de su vida un “problema de  erección”, e incluso que la mitad de los hombres sufren periodos transitorios (no puntuales) de impotencia (Benlloch, 2008). No es raro por lo tanto, perder la erección durante una relación sexual en algún momento. Sin embargo esto puede llegar a  producir tal preocupación en el hombre que en las siguientes relaciones, a la mínima señal de falta de erección este entra en un estado de ansiedad, pasando a ser un simple espectador de su pene en lugar de implicarse y disfrutar de la situación. La observación de nuestro propio miembro y la perspectiva de perder la erección no son precisamente excitantes, con lo que lo más temido se cumple entonces. Si esto ocurre se crea un círculo vicioso en el que las pérdidas de erección son cada vez más frecuentes.

Dicho así, parece un problema sencillo de resolver, pero es todo lo contrario. ¿Cómo hacer que algo que es importante para nosotros y no funciona bien, siga sin funcionar bien pero deje de preocuparnos? No es fácil.

La erección está controlada por el Sistema Nervioso Autónomo, los “entresijos” del sistema por así decirlo. La parte del sistema nervioso que controla que respiremos, sudemos, hagamos la digestión, etc. La voluntad y el razonamiento por su parte dependen del Sistema Nervioso Central, el cerebro fundamentalmente, y aunque están conectados, esta conexión no es directa ni fácil de manejar. Si queremos una prueba de ello, decidamos que queremos sudar o dejar de sudar en este momento y veamos si tenemos éxito.

Por otra parte el Sistema Nervioso Autónomo tiene dos partes o ramas. La rama simpática controla la activación. Es la que más se activa cuando estamos alerta, en tensión , etc. La rama parasimpática tiene efectos contrarios y es la que predomina en situaciones de calma.  La erección se activa a través de la rama parasimpática, pero si mientras tenemos sexo entramos en un estado de miedo, preocupación o ansiedad, se activa también la rama simpática. El cuerpo se prepara entonces para enfrentar un peligro, luchar o huir, por lo que decide “recoger los bártulos”. “No es el momento de tener sexo”, se dice, así que la erección desaparece o se reduce.

En mi opinión esta idea es clave. En Terapia Gestalt existe un concepto conocido como “autorregulación organísmica” que viene a decir es que el organismo (o sea nosotros) es sabio a la hora de poner prioridades. En un estado sano y libre, lo primero es lo primero, y lo que resulte más importante para nuestra supervivencia será lo que controle nuestra atención y nuestras reacciones. Si la situación es excitante, nos excitaremos, nos abriremos. Si la situación en cambio es preocupante o amenazante, nos replegaremos. Buscaremos protegernos. Así, si mientras estamos practicando el sexo, algo nos preocupa deberíamos simplemente parar y atender esa preocupación.  Sin problemas ni culpas. Sin embargo esto no siempre es así. Muchas veces nuestras prioridades no están claras o tenemos necesidades que entran en conflicto. Por ejemplo en este caso, frente a una preocupación una necesidad lógica podría ser parar y hablar con nuestra pareja de lo que nos preocupa, pero por otra parte hemos aprendido que hacer esto no es “comportarse como un hombre”. Existen muchas ideas aprendidas que impiden que atendamos a nuestra necesidad natural y espontánea. Algunas de ellas pueden ser estas:

“Cuando tenemos una erección y empezamos una relación sexual hay que llegar hasta el final” En este caso uno no tiene permiso para cambiar de opinión. No puede dejar de apetecernos. Si pasa esto lo que tenemos es un “gatillazo”, un fracaso con su consiguiente vergüenza y culpa. Sin embargo esto solo nos pasa estando con otra persona. Pongámonos en la situación de estar solos en casa masturbándonos.  De repente algo distrae nuestra atención. Hacen algo interesante en la televisión, nos entra hambre, nos acordamos de que hemos olvidado algo, o simplemente el tema no es lo suficientemente interesante. En ese caso paramos y atendemos lo que sea necesario, cambiamos de tema o buscamos  excitación suplementaria en otra parte, pero es raro que haciendo esto sintamos culpa o vergüenza. Lo más probable es que lo hayamos hecho en algún momento y ni siquiera lo recordemos porque no ha sido importante para nosotros. Evidentemente decir a nuestra pareja “espera que empiezan las noticias” en mitad de una relación sexual no es muy considerado, pero la idea que quiero transmitir es que existe un permiso que no nos damos durante un coito y que nos puede obligar a hacer algo que no nos apetece. Y la erección no es algo que se consiga a base de obligaciones.

Otra idea parecida es que “en los hombres el deseo es como el valor en la mili, se nos supone” Un hombre como-dios-manda siempre quiere tener sexo. De hecho la propia palabra “impotencia” lleva esto implícito. Im-potencia es no poder, pero el querer se da por sentado. En los mismos manuales sobre el tema se habla de la erección como algo que se “obtiene”, se “conserva”, o se “pierde”. Es decir algo ajeno, algo que viene de  fuera y que igual que viene se va. La erección no se considera una señal externa  de nuestro nivel de deseo. Nadie dice “no consigo tener un hambre” o “tengo problemas para conservar la salivación”.  Se acepta que a veces se tiene hambre y otras veces no. Y que si en mitad de una comida nos llevamos un susto o un disgusto o nos acordamos de algo preocupante perdemos el apetito, por supuesto sin ninguna culpa. Con el deseo sexual no ocurre lo mismo. Estamos obligados a tenerlo. Aquí es importante distinguir entre “querer” y “desear” algo. Es posible que queramos tener sexo, porque pensamos que tenemos que quererlo. Estamos otra vez en una cuestión de cumplir una obligación, pero el Sistema Nervioso Autónomo, como hemos visto, no atiende a estas cosas.

Como decía antes, la solución a estos problemas no es nada fácil. Las dos ideas anteriores son simplicaciones, mientras que los aprendizajes y creencias que condicionan una situación de falta de deseo pueden ser bastante complejos y no estar accesibles a “simple vista”. Por supuesto es imprescindible consultar con un médico para descartar factores físicos como problemas vasculares, hormonales y otros. Y una vez hecho esto o además de hacerlo puede ser útil visitar a un psicoterapeuta o un sexólogo. Sin embargo me parece interesante quedarse con la idea de que en asuntos en los que interviene el Sistema Nervioso Parasimpático, en problemas cuya solución pasa por relajarse, la “lucha” para solucionar el problema rara vez pasa por obligarse o forzarse si no más bien por relajarse y darse permisos.

Referencias Bibliográficas

Benlloch, A. y otros (2008). Manual de Psicopatología (Vol. I p.322) Aravaca : McGraw-Hill

foto obtenida en http://blogdelpene.com

Decírselo con tu estado de whatsapp no es la mejor idea. — septiembre 23, 2015

Decírselo con tu estado de whatsapp no es la mejor idea.

imagen: hikingartist.com
imagen: hikingartist.com

La Terapia Gestalt se inventó mucho antes que whatsapp, pero es muy fácil imaginarse a sus padres fundadores tirándose de los pelos por las últimas formas de comunicación que hemos inventado. Para la Terapia Gestalt una vida sana implica contactar con nuestro entorno. Nutrirnos de las novedades que nos aporta adaptándonos a él y a la vez moldeárlo para hacerlo nuestro y obtener de él lo que necesitamos. Para un animal social como nosotros, el entorno es fundamentalmente el resto de nuestro grupo y contactar significa sobre todo comunicarse. Es decir, una vida satisfactoria implica comunicarnos satisfactoriamente con los demás.
Aunque alguno se sorprenda, aullar a la luna no es comunicarse con la luna. El receptor del mensaje te tiene que oír. Tiene que saber que te diriges a él. Y tú tienes que saber que él lo sabe. Y él tiene que saber que tú sabes que él lo sabe… y así hasta el infinito. Conseguir esta certeza con el doble check de whatsapp es muy muy complicado, pero cuesta menos de una décima de segundo mirándose a los ojos.
¡He aquí otro mensaje paradójico! Otro buen consejo sobre las ventajas de volver a una vida más sencilla y directa comunicando a través de una red social almacenada en el hiperespacio. Totalmente cierto. Me declaro culpable, pero por algo será que cada vez nos encontramos con más mensajes de este tipo.
Cada vez tenemos más medios para comunicarnos con nuestro entorno y paradójicamente hay una creciente noción de que estamos cada vez menos conectados a nivel íntimo con los demás. La cuestión parece estar en la calidad de la comunicación. Las nuevas vías de comunicación transmiten solo una parte de toda la información que nuestro cerebro está preparado para recibir y procesar a la hora de comunicarse con un congénere (Entonación, postura corporal, distancia entre los dos, dirección de la mirada…). Cuanto más basamos nuestra relación con el entorno en estas pseudo-comunicaciones, más conectados nos sentimos en cuanto a cantidad de conexión (llegando incluso al agobio) pero a la vez sentimos crecer una pequeña sensación de insatisfacción o de frustración provocada por toda ese tipo de información no verbal que no estamos emitiendo ni recibiendo. Una especie de déficit que se va generando mientras nos comunicamos, por ejemplo, por whatsapp con nuestros amigos y que se reequilibra solo cuando volvemos a quedar con ellos en persona.

Por otra parte, no olvidemos que el cerebro, como el corazón, es un órgano que no se detiene nunca. Así que no se esperemos que se quede tranquilo si recibe solo una fracción de la información que necesita. Todo lo que no le demos, lo va a completar. Lo tiene que completar. No puede actuar de otra forma. Así que cuando lea un mensaje de whatsapp, le va a poner entonación. Ahora, ¿cuál? La que tenga más a mano. La que forme parte de su creencia sobre cómo le trata el mundo habitualmente. En cualquier caso, no necesariamente la que pretendía el emisor.

La comunicación como herramienta para contactar con nuestro entorno de manera satisfactoria implica decir lo que necesitamos decir, a quien necesitamos decírselo, y cuando necesitamos decírselo, o por lo menos cuando es posible ser escuchado. En cualquier otro caso, parafraseando a la gran Verónica Aracil, ¡la frustración está servida!

¿No controles? — septiembre 18, 2014

¿No controles?

35¿Cuál es la diferencia entre planificar y controlar?¿Cómo podemos saber si somos demasiado controladores? O mejor, ¿Por qué me dicen los demás que soy controlador(a) si yo lo que pasa es que, o me encargo yo, o esto es un caos total?

Otra pregunta: A mi vida le falta “sustancia”, ¿por qué? ¿Qué puedo hacer?

Y la peor de todas: ¿Qué va a ser de mí?¿Qué hago yo con esta incertidumbre?

El control, la confianza y la incertidumbre son temas que aparecen muchas veces en terapia. El sábado pasado en el programa de radio La Rueda Del Hámster Arnau Benlloch, Nadia Montero, Pepe Cabello y yo, hablamos un poco sobre estos temas. Podéis escuchar el podcast en el siguiente enlace.

podcast-20140912–No-controles-en-La-Rueda-del-Hamster#

Salir de La Rueda Del Hamster — marzo 31, 2014

Salir de La Rueda Del Hamster

arnau_nadia_2El sábado pasado colaboré como invitado en el programa de radio La Rueda Del Hamster en Radio Emprende. Con un título como «Atrévete a Fracasar» era difícil decirles que no.

La verdad es que tanto Nadia como Arnau nos  lo pusieron muy muy fácil, y desde aquí les doy las gracias.

La Rueda Del Hamster es un programa dedicado ayudar y animar en todos los sentidos, a emprendedores y gente que se quiera plantear lanzarse a la aventura en estos momentos de crisis. En este primer programa, hablamos del miedo al fracaso como algo que puede ser paralizante, y que muchas veces está rodeado de mitos e ideas preconcebidas.

Podéis escuchar el programa completo pinchando en este enlace:

Escuchar podcast.

Terapia Online — febrero 27, 2014

Terapia Online

terapia online Cada día más psicólogos y psicoterapeutas incluimos entre nuestros servicios la terapia online con distintas modalidades: Skype, chat o incluso email. Es un servicio novedoso, que despierta curiosidad, y bastantes dudas.

Cuando era niño, el futuro era un sitio en el que la gente llevaría trajes de lycra plateados, los coches volarían y los teléfonos tendrían una pantalla en la que ver a tu interlocutor. Por suerte la lycra no llegó a imponerse, y la comida no se reduce a unas pastillas de colores, sin embargo la terapia online podría perfectamente formar parte de ese futuro imaginado. Pero como ocurre con el resto de innovaciones, cabe preguntarse si se trata de un progreso más de la humanidad, u otro invento que hace la vida menos natural y auténtica.

No es nada raro hoy en día encontrar entre los servicios de psicólogos y psicoterapeutas un apartado de terapia on-line con distintas opciones: terapia por videoconferencia, terapia por chat o incluso por email. Es un servicio novedoso, que despierta la curiosidad, y bastantes dudas o reticencias entre algunos pacientes y terapeutas. ¿Es viable trabajar así?¿No es demasiado frío?¿Se pierde el contacto entre las personas? Mi respuesta personal es un rotundo y totalmente convencido…depende.

La Terapia Gestalt, la forma de psicoterapia que yo practico, es una terapia basada contacto. Es decir, trabaja con el punto de mira puesto en cómo se relaciona el paciente con su entorno, y en su reflejo en la relación entre paciente y terapeuta. Este trabajo se realiza a través de la palabra fundamentalmente, pero también a través de gestos, expresiones, movimientos, entonaciones, etc. En la Terapia Gestalt es importante observar al paciente mientras se expresa y que el paciente nos observe mientras nos expresamos. Es esencial atender no solo a lo que se dice, si no a cómo se dice. El objetivo es, a través de estos detalles, ayudar al paciente a ver cosas que se le puedan estar escapando o a intentar cosas que no había hecho hasta ahora. Por todo esto, se entiende que en Terapia Gestalt, la presencia es fundamental.

Los detalles y matices de la comunicación se pierden en un chat o en un email. Quedan demasiados espacios en blanco sobre la intención o sentimientos del interlocutor. Espacios que serán rellenados por la imaginación de quien lee, y que muy probablemente llevarán a malentendidos o presuposiciones. Indudablemente en un tipo de psicoterapia basado en un diagnóstico estandarizado y tratamientos siguiendo un protocolo similar a la relación con un médico, las herramientas de chat o email pueden ser muy útiles. Sin embargo mi opinión es que para un tipo de psicoterapia más relacional, la limitan hasta hacerla casi imposible.

La terapia on-line a través de videoconferencia, tiene también sus limitaciones. No mirarse a los ojos, por ejemplo. El encuentro, y la calidez, poder explorar el espacio de la sala juntos, son cosas que se pierden hablando a través de una pantalla. Todo esto es cierto. No es una terapia perfecta, pero en realidad ninguna lo es. En todos los casos luchamos con limitaciones que hacen difícil la comunicación. La cuestión es saber si es posible trabajar a pesar de esas dificultades.

La terapia es un intento de ayuda. Muchas veces es sacar al paciente del aislamiento. Otras buscar caminos donde parece imposible. Pero sobretodo ser creativo, trabajar con lo que hay y adaptarse con las herramientas que tenemos, para intentar entender al máximo a nuestro paciente. Existen pacientes que por distintos motivos simplemente no pueden acudir a nuestra consulta. Pueden ser limitaciones físicas, o limitaciones propias de su problemática. Puede que vivan lejos, en el medio rural con dificultades para acceder a un terapeuta, o en un país donde el idioma no es el suyo.

En mi opinión la videoconferencia, aunque con algunas limitaciones, permite un flujo de información tanto verbal como no verbal suficiente para que se produzca un contacto rico entre el terapeuta y el paciente. Por eso, más que una modalidad recomendable pudiendo elegir entre on-line y presencial, me parece una herramienta tremendamente útil para salvar problemas que impedirían una terapia presencial.

¿Por qué veo a una mujer y no una mancha? — noviembre 13, 2013

¿Por qué veo a una mujer y no una mancha?

Lámina nº4 del Test de Rorschach
Lámina nº4 del Test de Rorschach

El pasado viernes 8/11 Google celebró el 129 aniversario del nacimiento de Hermann Rorschah regalándonos un doodle en el que se podían ver láminas de su famoso test. El de Rorschach es uno de los más famosos de entre los denominados tests proyectivos. En ellos, se presenta al paciente unos estímulos con forma o significado ambiguos, y se le pide que les otorgue un significado. En el caso del test de Rorschach se trata de una serie de manchas de tinta formadas al azar, en otros casos como el TAT (Test de Apercepción temática) se trata de imágenes de personas en situaciones ambiguas en las que puede existir más de una interpretación sobre la intención o sentimientos de los personajes. A través de las respuestas frente a estos test, las personas nos están hablando de ellas mismas, de su personalidad, mediante un fenómeno conocido como proyección.
Tendemos a pensar en la percepción como en algo que ocurre de fuera hacia dentro. El mundo exterior entra de alguna forma en nosotros, y nosotros filtramos e interpretamos esa información. Es decir, pensamos que lo que percibimos es una selección, una parte, de la realidad exterior. Sin embargo esto no es exactamente así. La mayor parte de lo que vemos lo ponemos nosotros. Cogemos unas pinceladas del entorno y el resto lo completamos mediante la proyección. El movimiento en el cine es un buen ejemplo de esto. Se proyectan en la pantalla una serie de imágenes fijas y sin embargo nosotros rellenamos los huecos hasta ver algo continuo y fluido. De hecho todo lo que captamos en la retina, en los tímpanos o en la piel se transmite al cerebro por impulsos aislados que recorren las neuronas. Recibimos una secuencia de impresiones fijas, de fotos de lo que ocurre ahí afuera. Pero el cerebro no para de inventarse la información que le falta proyectando lo que cree que ha pasado entre dos impresiones.

La proyección es una forma de ahorrarnos trabajo. En lugar de estar descubriendo el mundo en cada mirada, cogemos unas pistas y completamos el resto basándonos en lo que ya conocemos. Veamos unos ejemplos:

LOCAL DESINFECTADO Y DESINSECTADO

En un cuarto de baño encontré un cartel con este texto. Me dije “Vaya, ¡sí que lo han desinfectado a conciencia!”. Me costó un par de minutos ver que la palabra desinfectado no estaba repetida.

3ST0 E5 0TR* 3JEMPL0 D3 C0M0 PR0Y3CT4M*S 4L L33R

Ahora probemos a contar el número de letras F en esta frase:
FINISHED FILES ARE THE
RESULT OF YEARS OF SCIENTIFIC
STUDY COMBINED WITH THE EXPERIENCE OF YEARS

Si hablamos inglés es probable que solo encontremos tres, ya que el cerebro se “ahorra” leer la palabra OF. En cambio, para alguien que no entienda el texto y que vea una secuencia de letras totalmente nueva, será más fácil encontrar las seis.
Más allá de lo curioso de este fenómeno, es muy interesante tener en cuenta que una gran parte de lo que percibimos, y de cómo lo interpretamos viene condicionado por nuestra experiencia. Igual que en el Test de Rorschah, frente a un estímulo ambiguo, es decir, que puede tener múltiples significados, nuestro cerebro asignará un significado “tirando” del cajón de lo que ya tiene almacenado en memoria. Es decir, de nuestras experiencias pasadas. Así, nuestra forma de ver el mundo, las situaciones que nos rodean, las intenciones de los otros, etc. no es ingenua. Tiene mucho que ver con lo ya vivido. Frente a una misma situación, dos personas completamente diferentes, pueden llegar a interpretarlas de forma muy distinta.
Esto explica (en parte) por qué muchas veces nos vemos atrapados en situaciones que se repiten a lo largo de nuestra vida aunque con diferentes actores. Tener en cuenta el fenómeno de la proyección, nos puede ayudar a considerar que lo que hay, quizá es más de lo que vemos. O que la salida a una situación puede estar más cerca de lo que pensamos, y solo hay que abrir los ojos de forma diferente.

Sé creativo, ¡Juega! — octubre 21, 2013

Sé creativo, ¡Juega!

iStock_000017097256SmallHay mucha gente que piensa que no es creativa, que la creatividad es un don reservado a unos pocos privilegiados. Sin embargo se trata de una característica esencial y presente en todos nosotros. En mayor o menor medida la usamos cada día sin darnos cuenta, y de hecho es una herramienta esencial para aprender, cambiar y crecer.

El que se dé más o menos intensamente en nuestro día a día depende de una serie de factores que es interesante conocer para darnos la oportunidad de potenciarla.

Tendemos a identificar la creatividad con el arte. Es una idea extendida  pensar que la creatividad es un don exclusivo de unos pocos privilegiados, cuando realmente se trata de una característica que todos poseemos. Cuando improvisamos un disfraz de última hora para nuestros hijos, si hacemos alguna «chapuza» en casa o cuando nos inventamos una excusa para no acudir a una cita, estamos siendo creativos. En cada pequeña cosa que hacemos podemos optar por recurrir al método que ya conocemos, o introducir alguna pequeña variación. Siempre que hagamos esto, estaremos generando una novedad y estaremos siendo creativos.

A principios del siglo XX, los psicólogos de la Gestalt demostraron que los vertebrados (desde el mono hasta la gallina) no solo aprendemos por ensayo y error sino que lo hacemos por descubrimiento, «insights» o «ideas felices». De esta forma, tenemos dos formas de aprender o de comportarnos. Una más segura, ciñéndonos a lo ya conocido, y otra más arriesgada que implica manejarse con la novedad. Este último tipo de aprendizaje es esencial, porque nos permite avanzar a grandes saltos en lugar de paso a paso. Con él podemos salir de círculos viciosos, podemos encontrar soluciones nuevas a viejos problemas. En definitiva, es una herramienta esencial para cambiar y crecer.
Sin embargo esta herramienta, siempre presente en nosotros, puede manifestarse de forma más o menos intensa dependiendo de una serie de factores. Trabajando sobre estos factores estaremos liberando nuestra capacidad para ser creativos.

Sin seguridad no hay creatividad

La creatividad es siempre la opción arriesgada frente a lo malo conocido. Si nos encontramos bajo presión o tenemos miedo a las consecuencias si nos equivocamos, nuestro organismo bloqueará automáticamente nuestra creatividad. Y es lo normal. Lo que debe hacerse. Si el riesgo de equivocarnos es demasiado elevado, recurriremos a mecanismos de emergencia, a lo que nos funcionó en el pasado o a lo que nos fue mal, pero no demasiado mal. Si queremos ser más creativos, no deberíamos forzarnos o ponernos en situaciones de alto riesgo. Al contrario, debemos trabajar para minimizar los daños de nuestra posible creatividad. No inventemos un plato nuevo el día que viene a cenar nuestro jefe o nuestros suegros. Mejor con amigos.

 Suspendamos el juicio

Si hacemos un repaso de todos los críticos que juzgan nuestro trabajo, comprobaremos que uno de los más implacables somos nosotros mismos. Y el problema es que a este crítico le damos libre acceso para ver nuestro trabajo antes de haberlo terminado. De esta forma, muchas buenas ideas se quedan en el tintero por culpa de una autocrítica demasiado dura, muchas veces impulsada por la vergüenza. En su famoso estudio sobre las personalidades  creativas, Abraham Maslow, comprobó que durante el proceso de creación, estas personas «suspendían» el juicio sobre su trabajo. Lo posponían hasta tener un producto más o menos elaborado. De esta forma dejamos espacio a nuevas ideas, a veces absurdas o locas a priori, pero que están en la base de la creatividad.
Trabajemos con lo que hay
Otra idea muy extendida es que la creatividad es mayor si disponemos de mejores medios. Solemos ponernos la excusa de que nos faltan herramientas para hacer algo distinto. Y realmente es todo lo contrario. La necesidad agudiza el ingenio.  La creatividad es una herramienta para superar obstáculos, y cuanto mayores sean estos, mayor nivel de creatividad será necesario. Las limitaciones y los obstáculos son invitaciones muy potentes a ser creativos. No las desaprovechemos.

 Juguemos

Creatividad y juego están íntimamente relacionados. Cuando jugamos, estamos siendo creativos y a la vez, para ser creativos necesitamos «manejar lúdicamente» los objetos sobre los que trabajamos. Esta expresión se entiende mejor con un experimento que podemos hacer en cualquier momento. Imaginemos que tenemos en nuestras manos un objeto desconocido y tenemos que inventar posibles usos para él. Al principio se nos ocurrirán uno o dos (probablemente uno de ellos sea usarlo como pisapapeles). Pasado un momento empezaremos a examinar el objeto. Por arriba, por abajo, por los lados… llegará un momento en el que nos cansaremos y empezaremos a jugar con él sin un fin en concreto. Puede que golpeemos con él la mesa, le demos vueltas, o lo hagamos rodar «juguetonamente». Es muy probable que en ese momento nos aparezca en la mente un uso en el que no habíamos pensado hasta ahora. Jugar con el objeto, manipularlo sin una intención clara, nos abre las posibilidades y nos permite ser creativos.
En el resto de situaciones ocurre lo mismo. Si estamos bloqueados una muy buena estrategia es permitirnos jugar con nuestras alternativas. Relajarnos, fantasear, descansar, dejar que la inspiración llegue.
Sin duda darnos permiso para jugar es de todos el factor más importante, porque al hacerlo cumplimos intuitivamente con los anteriores. En el juego, podemos perder sin demasiado riesgo, nos permitimos hacer cosas que no haríamos en otras situaciones; y nos ceñimos a unas reglas, que en el fondo son obstáculos a superar. Así que en una palabra, si queremos potenciar nuestra creatividad, simplemente juguemos.

Ataques de pánico. ¿Qué (me) está pasando? — septiembre 26, 2013

Ataques de pánico. ¿Qué (me) está pasando?

Shoping - de Burt YounstersQuienes han padecido un ataque de pánico, describen la experiencia como algo súbito, sin causa aparente y tremendamente aterrador. La persona puede llegar a pensar que está a punto de morir o de perder la razón. Por desgracia, se trata de un problema cada vez más frecuente, del que se sabe poco, y que podría estar relacionado con nuestro estilo de vida y la educación que hemos recibido.

Aunque pueda parecer una frivolidad, existen modas dentro de los trastornos mentales y cada momento histórico tiene sus propias “epidemias”. En los tiempos de Freud, el trastorno por excelencia era la histeria, un fenómeno que hoy en día prácticamente ha desaparecido. Hubo también un momento álgido para los trastornos narcisistas, y para los brotes psicóticos. Pero sin ninguna duda, el mal de nuestro tiempo son los ataques de pánico. Es raro hoy en día no haber vivido un caso muy de cerca, en nuestra propia familia, en nuestro círculo de amigos o bien haberlo sufrido nosotros mismos. Sin embargo a pesar de ser conocido se conoce muy poco sobre sus causas o sus mecanismos de acción.
En general quienes lo padecen describen el episodio como algo súbito, inesperado, sin causa aparente y sobretodo muy aterrador. Durante un ataque de pánico el paciente llega a pensar que está a punto de morir o de perder la razón, y no tiene ni idea de por qué le está ocurriendo todo esto. De hecho, la propia palabra “ataque” nos lleva a pensar en algo que externo que nos agrede o nos invade.
Al comenzar he escrito el concepto de epidemia entre comillas porque evidentemente no se trata de un contagio masivo, ni de una cuestión de imitación entre pacientes, sino la consecuencia lógica de las presiones sociales de cada época. La época victoriana fue un momento de gran represión sexual, especialmente intensa en las mujeres. Así, aquellas mujeres que no lograban “vencer” a su propia naturaleza, amoldándose a las exigencias sociales, experimentaban una serie de síntomas profundamente sexualizados. ¿Qué está pasando hoy en día para que tanta gente sufra ataques de pánico? Sin la perspectiva suficiente es difícil de decir, sin embargo en mi opinión, nuestra sociedad nos empuja a ser independientes, fuertes, y brillantes. Hay que destacar sobre el resto en un mundo tremendamente competitivo.. Por otra parte nuestra mente y nuestro cuerpo están más alejados que nunca. Tenemos un “yo físico” capaz de relacionarse con diez, cien, mil personas; y un “yo virtual” capaz de conectar con millones de personas al mismo tiempo a través de las redes sociales. El mismo hecho de distinguir entre estos dos “yoes” es en sí parte del problema. Pensamos en nosotros mismo existiendo dentro de un cuerpo. “Tenemos” un cuerpo, pero no pensamos que “seamos” ese cuerpo. De una u otra forma, es un hecho que nuestra mente pasa mucho más tiempo “en la nube” de lo que lo hacía antes.
Todo esto, y seguramente muchos otros factores, forman un coctel perfecto en el que no solo no escuchamos las señales de nuestro cuerpo, si no que ni siquiera las oímos. No es una cuestión de voluntad, o de esforzarse por escuchar algo. Para el paciente, esas señales sencillamente no están ahí. Pueden ser señales de agotamiento, de tristeza, de enfado, de miedo… sentimientos que sería lógico tener dadas las circunstancias vividas pero que por nuestra educación o aprendizajes no nos están permitidos. O quizá sí nos los permitimos, pero de una forma mucho menos intensa de lo que necesitaríamos.
Así, cuando la tensión estalla, lo hace de una forma súbita e incontrolada. No sabemos de dónde sale todo esto. Es más, unas reacciones tan intensas e imprevistas nos ponen en un estado de alerta aún mayor. ¿Qué es todo esto? ¿Qué me está pasando? Ante la duda, nuestro cerebro se prepara para lo peor, y ante la ausencia de datos o pistas, tiende a pensar en un ataque al corazón o en un ataque de locura. Es un fenómeno que se alimenta a sí mismo hasta llevarnos al límite de nuestra capacidad de aguante.
Algo tan agresivo y fuera de nuestro control se convierte lógicamente en un trauma. Quien lo sufre, desarrolla un miedo perfectamente comprensible a que le pueda suceder de nuevo. Evita las situaciones en las que se encontraba cuando ocurrieron los primeros episodios, busca estar siempre en un ambiente lo más íntimo y seguro posible por si vuelve a tener un ataque. Llega así la agorafobia asociada muchas veces a este trastorno.
¿Qué hacer? La trampa de los ataques de pánico es que lo que puede estar provocándolos es hacer justamente lo que sabemos hacer. Esforzarnos más, decir “puedo yo solo”, “no es para tanto”, “se me pasará”. O bien avergonzarnos, ocultarlo, evitar pedir ayuda. Eso es lo que hemos hecho hasta ahora y nos ha funcionado en otras situaciones, por lo tanto estamos convencidos de que es lo que debemos hacer en este caso. Sin embargo si la presión es demasiado grande, estallaremos sin previo aviso.
El trastorno por ataques de pánico se supera y está comprobado que una combinación de tratamiento farmacológico y psicoterapia es la opción más eficaz. Los fármacos suponen un salvavidas, una primera línea de defensa para controlar los efectos del pánico. La psicoterapia nos ayudará a comprender lo que nos ocurre, y a adquirir habilidades para enfrentar este problema. Se trata de un trabajo que requiere tiempo y paciencia, porque contra la tendencia natural reinante hoy en día, la cuestión no está en esforzarse más, sino en “darse permisos”. Permiso para observarse, permiso para escucharse, para sentir, para mostrarnos vulnerables, o para dejarnos ayudar. Este trabajo implica nadar un poco contracorriente. Nadar contra lo que hemos aprendido desde pequeños y contra lo que la sociedad nos exige, sin embargo puede ser también un trabajo precioso, porque implica también salir de un aislamiento interior e ir al encuentro de otros.

Sobre la palabra «Gestalt» — marzo 3, 2013

Sobre la palabra «Gestalt»

La primera vez que escuché la palabra «Gestalt» estaba de acampada con mi amigo Dani. Hacía un frío que pelaba, así que nos pasamos la tarde encerrados en la tienda  bebiendo, fumando y contándonos historias. En una de estas, llegamos al tutor de su proyecto, Ingar Roggen, un tipo genial en todos los sentidos que estudiaba algo llamado «La Gestalt».  Recuerdo la fascinación con la que me contaba aquello, y que yo realmente yo no comprendí prácticamente nada. Pero sí me quedé con la impresión de que «La Gestalt»  era una forma radicalmente distinta de entender el mundo, algo diferente y genial que me dejó con una curiosidad bestial. Entonces yo no tenía ninguna intención de estudiar psicología ni hacerme psicoterapeuta, y mucho menos terapeuta gestalt. Tomé esa decisión bastantes años más tarde, pero estoy convencido de que lo mágico de aquella conversación tuvo algo que ver.

La idea de la Gestalt como una forma de pensar alternativa, refrescante y muy muy atractiva se confirmó totalmente. Y es algo que me sigue fascinando hoy en día. En el siguiente post de Azulcasirojo intento explicar el significado de esta palabra y su influencia en la terapia gestalt.

¿Qué #@#!! significa Gestalt?

 

Azulcasirojo, nueva web — febrero 18, 2013