Existen dos tipos de personas: las que dividen a la gente en dos y las que no. Perdón por el chiste. Vuelvo a empezar.
Algunas personas necesitan estar solas un tiempo para gestionar la ansiedad. Cuando el estrés les supera necesitan un tiempo para ellas mismas, no pensar en el problema que tienen. Pensar en otra cosa, distraerse… Así se regulan. Recuperan su capacidad de gestionar el estrés.
Otras personas, frente al estrés, necesitan conectarse. Estar cerca de sus seres queridos. Hablar de cómo se sienten. Sentirse escuchados. Enfrentar aquí y ahora los problemas. Así es cómo se regulan.
Michael Balint, psicoanalista de mediados del siglo XX, llamaba filóbatas (los que aman andar de puntillas) al primer grupo, y ocnófilos (los que aman aferrarse) a los segundos.
Hemos visto que un/a filóbata necesita distancia y tiempo, generar un espacio vacío que le permita regularse. Lo que más teme un/a filóbata es que penetren en ese espacio mientras está ansioso/a. Esta intrusión es vivida como una peligrosa invasión que dispara la angustia.
Por su parte la ocnofília requiere de contacto estrecho para calmarse. Lo que más teme este tipo de personas es justamente quedar en un espacio vacío que viven como un abandono.
Es decir, en momentos de ansiedad, lo que más necesita uno es lo que más teme el otro y viceversa. Este fenómeno genera auténticas tormentas perfectas en la pareja.
Porque sí, por algún motivo ocnófilos y filóbatas tendemos a emparejarnos. Quizá porque una pareja de ocnófilos tiende a asfixiarse y una pareja de filóbatas corre el riesgo de olvidar que el otro existe. Cariño, ¿con quién vas a pasar estas navidades?
Cuando la ansiedad afecta solo a uno de los miembros de la pareja, el otro tiene recursos para apoyar. Ya sea acercándose y conectando, o teniendo la paciencia y la confianza de dejar que el otro se aleje.
Los problemas serios comienzan cuando la ansiedad ataca a los dos por igual. Empieza entonces un baile de tirar de la manta para taparse que deja destapado al otro, que a su vez tira de la manta, cada vez más ansiosos los dos. Llegan los «cariño, tenemos que hablar…» a las tres de la mañana.
En un caso extremo es fácil reconocer quién es quién en la pareja. Él/la filóbata es quien se sienta al volante del coche gritando. Él/la ocnófilo/a es quien está subido/a al capó agarrándose al parabrisas.
Soluciones? suscribiéndote a mi canal, recibirás un 50% de descuento en terapia de… fuera de bromas, bajar los/las dos del coche lo antes posible. La prioridad es siempre bajar el nivel de intensidad. Calmarse uno/a, tener fe en que bajar el volumen de estrés va a ser lo mejor para todos.
Cuando los niveles de estrés están en un nivel manejable, lo que a veces se llama ventana de tolerancia, somos más capaces de entender al otro y entendernos a nosotros mismos. Podemos dialogar y llegar a acuerdos. A través de ese diálogo, como dice Stan Tatkin, gran maestro de la terapia de pareja, debemos volvernos auténticos expertos en el otro. Entender sus necesidades y sus limitaciones. El ocnófilo necesita aprender a dejar espacio entendiendo que no está siendo abandonado/a. El filóbata necesita aprender a estar cerca para el otro, sin sentirse invadido/a. Cada uno tiene que aprender a predecir las reacciones automáticas del otro y aprender a entenderlas, no como un ataque si no como una defensa. Dejar de comportarse como dos fugitivo/as encadenado/as tirando cada quién para un lado, y empezar a funcionar como un equipo.
En resumen aprender a bailar con tu pareja sin pisarse.