El chico que no logró ser una sardina. Imagen generada por IA en canva.com

-¡Eres un Psicópata!

-¡Y tú una histérica! 

Pervertido, paranoico, psicótico, psicópata, neurótico, histérico, histriónico, hipocondriaco, obsesivo, sádico, maniático, masoquista, bipolar, narcisista. Uno de los servicios menos reconocidos que la psicología presta a la sociedad es el de fabricar insultos refinados. En lenguaje coloquial, llamar  a alguien narcisista es una forma culta de descalificarlo. Un narcisista viene a ser una especie de egoísta delirante que solo se preocupa por sí mismo, es superficial, necesita ser siempre el centro de atención y solo está dispuesto a escuchar alabanzas. ¿Pero por qué llamar a esto narcisismo? ¿Quién era Narciso? En una lectura rápida, Narciso es un personaje de la mitología griega. Un chico guapo pero tonto. Tan guapo y tan tonto que una vez vio su reflejo en el agua de un lago, se enamoró de sí mismo, y cuando se abalanzó para besar su reflejo cayó al agua y se ahogó. Según esto, ser narcisista sería tener “el mal de Narciso”, una forma de auto-embelesamiento, superficialidad y grandes dosis de estupidez. 

Si buscamos una definición más técnica del narcisismo en un manual de diagnóstico de psicopatologías como el DSM-V , encontramos el Trastorno de la Personalidad Narcisista. Este trastorno se describe a través de nueve características de personalidad (Asociación Americana de Psiquiatría, 2013). 

Trastorno de la personalidad narcisista 301.81 (F60.81)

Patrón dominante de grandeza (en la fantasía o en el comportamiento), necesidad de admiración y falta de empatía, que comienza en las primeras etapas de la vida adulta y se presenta en diversos contextos, y que se manifiesta por cinco (o más) de los hechos siguientes:

1. Tiene sentimientos de grandeza y prepotencia (p. ej., exagera sus logros y talentos, espera ser reconocido como superior sin contar con los correspondientes éxitos).

2. Está absorto en fantasías de éxito, poder, brillantez, belleza o amor ideal ilimitado.

3. Cree que es “especial” y único, y que sólo pueden comprenderle o sólo puede relacionarse con otras personas (o instituciones) especiales o de alto estatus.

4. Tiene una necesidad excesiva de admiración.

5. Muestra un sentimiento de privilegio (es decir, expectativas no razonables de tratamiento especialmente favorable o de cumplimiento automático de sus expectativas).

6. Explota las relaciones interpersonales (es decir, se aprovecha de los demás para sus propios fines).

7. Carece de empatía: no está dispuesto a reconocer o a identificarse con los sentimientos y necesidades de los demás.

8. Con frecuencia envidia a los demás o cree que éstos sienten envidia de él.

9. Muestra comportamientos o actitudes arrogantes, de superioridad.

Aunque exhaustiva y sistemática, esta lista en realidad no aporta gran cosa a la descripción popular de un narcisista. Hablamos de una persona prepotente, con fantasías de grandiosidad, carente de empatía, etc.  El matiz es que pasamos de alguien molesto a alguien con un trastorno mental. 

Teniendo todo esto en cuenta, se entiende que no es fácil hablarle a un paciente de su narcisismo. Siempre es complicado dar un diagnóstico sea cual sea, nunca son buenas noticias. Sin embargo en algunos casos, poner un nombre a lo que vive el paciente produce en él una especie de alivio al darle un sentido a su experiencia. El paciente siente que no es el único al que le pasa esto, y puede tener la esperanza de que, si su problema ya es conocido, puede que existan medios para ayudarle. Con el  narcisismo no ocurre lo mismo. Al asimilarlo a su sentido coloquial, uno tiende a pensar que se trata de un rasgo inmutable de la personalidad. “Algo que soy”, en lugar de “algo que me pasa”. El término “trastorno de la personalidad” abunda en esta idea. Es muy comprensible que un paciente que recibe un diagnóstico así piense que su personalidad está enferma de una forma que resulta  desagradable para los demás.

El narcisismo del que vamos a hablar aquí no encaja en absoluto con esa definición. En realidad un narcisista prepotente o superficial es solo un tipo particular de narcisista, una manifestación de entre muchas posibles de un problema existencial subyacente. El narcisismo que intentaremos tratar aquí es fundamentalmente un problema que consiste en poner la imagen por encima de las necesidades. Es decir, no me muevo impulsado por lo que necesito o lo que deseo, si no por la imagen que doy a los demás al hacerlo. No busco la felicidad satisfaciendo mi necesidad real, lo que necesito como organismo, si no que busco la aprobación de los otros. Y como veremos, no unos otros reales, presentes, si no unos otros fantaseados e idealizados.

Un narcisista, tal y como lo vamos a considerar, es alguien que en el plano interpersonal, en el uno contra uno, tiene una dificultad profunda para dar y recibir amor. Debajo de esta dificultad, encontraremos una herida que ha dañado la función personalidad. Paralelamente, en el plano social, estas personas tienen problemas para funcionar bien en grupo. El narcisista puede estar en grupo, pero no sabe ser parte del grupo porque no se lo han enseñado. Utilizando una analogía de Rubén Miró, en el narcisismo se pierde la increíble sensación de ser una sardina fluyendo con el resto del banco de sardina. El resto del grupo siempre será un público, un jurado, una amenaza, o todas estas cosas a la vez. Nunca el resto de un “yo” más grande del que formo parte. 

Estas dificultades provocan graves dificultades de relación con los demás y genera en el propio paciente una gran frustración que se suele reflejar como un sensación de vacío existencial. Las experiencias no son nunca tan intensas como deberían ser, las satisfacciones nunca son plenas, siempre parece que falta algo importante que hacer o que sentir. En general, nunca nada es suficiente.  

En muchas ocasiones resulta difícil empatizar con un paciente con un narcisismo potente. Esto es una consecuencia directa del propio problema y a la vez una de las señales para detectarlo. Se establecen relaciones terapeuta/paciente en las que hay exigencia, juicio, demandas imposibles, idealización, seducción seguida de reproches, etc. Así que una pregunta lógica sería ¿por qué dedicar todo este tiempo a un tema tan aparentemente antipático? 

Recuerdo perfectamente el momento en el que tuve el primer contacto con  este narcisismo del que hablamos. Era una mañana de sábado y Rubén Miró impartía un taller de formación de terapeutas gestalt llamado “Perturbaciones de la identidad y el vínculo” (O sea, todas, añadía él después de recitar el título). Era el segundo día del taller y estaba empezando a describir lo que él llamaba narcisismo. Quizá fuera casualidad, o quizá reaccionó ante mi cara de espanto y no sé si la de algún compañero más al sentirnos muy identificados con lo que describía. Esa cara que dice “¡Ay Dios, que resulta que tengo narcisismo!¡Que no se entere nadie!”. El caso es que interrumpió su explicación, diciendo, “ El narcisismo, como pasa con muchos otros problemas, es una cuestión cuantitativa. Hay situaciones más narcisistas que otras, pero siempre hay algo presente.” y abriendo un poco los brazos y señalándose añadió, “De todas formas, sobre el narcisismo, en vez de traeros una teoría, he pensado que lo mejor era traeros un ejemplar vivo”. 

Esta anécdota es un modelo en miniatura del narcisismo y de su posible terapia. Tenemos aislamiento, vergüenza sobre lo que uno es interiormente y evitación de mostrarlo a los demás; y tenemos por otro lado una terapia basada en la honestidad, la aceptación  y en la construcción de un “nosotros”. 

No soy capaz de recordar la imagen que tenía del narcisismo antes de aquel día, quizá porque desde entonces el narcisismo se volvió una figura muy fuerte en mi vida que tapó lo anterior. Cuando empecé a trabajar con pacientes entré en un grupo de supervisión con Rubén, y ya sea por un fenómeno de proyección, por la sincronicidad jungiana, por la divina providencia,  o por esa ley cósmica que dice que cuando tienes una herida, todos los golpes te van a la herida, casi todos lo pacientes con los que trabajé y supervisé los tres primeros años de consulta presentaban problemáticas narcisistas más o menos intensas. Este trabajo se basa en lo aprendido durante estos años de trabajo como terapeuta, con su correspondiente supervisión, y en las lecturas que he ido haciendo sobre el tema. Además,  también traigo un ejemplar vivo de narcisista, que puntualmente nos permitirá tener un punto de vista (muy poco objetivo, eso sí) del narcisismo desde dentro.

Bibliografía

ASOCIACIÓN AMERICANA DE PSIQUIATRÍA (APA), Guía de consulta de los criterios diagnósticos del DSM 5, Arlington, VA, EEUU, Asociación Americana de Psiquiatría, 2013.