Lámina nº4 del Test de Rorschach
Lámina nº4 del Test de Rorschach

El pasado viernes 8/11 Google celebró el 129 aniversario del nacimiento de Hermann Rorschah regalándonos un doodle en el que se podían ver láminas de su famoso test. El de Rorschach es uno de los más famosos de entre los denominados tests proyectivos. En ellos, se presenta al paciente unos estímulos con forma o significado ambiguos, y se le pide que les otorgue un significado. En el caso del test de Rorschach se trata de una serie de manchas de tinta formadas al azar, en otros casos como el TAT (Test de Apercepción temática) se trata de imágenes de personas en situaciones ambiguas en las que puede existir más de una interpretación sobre la intención o sentimientos de los personajes. A través de las respuestas frente a estos test, las personas nos están hablando de ellas mismas, de su personalidad, mediante un fenómeno conocido como proyección.
Tendemos a pensar en la percepción como en algo que ocurre de fuera hacia dentro. El mundo exterior entra de alguna forma en nosotros, y nosotros filtramos e interpretamos esa información. Es decir, pensamos que lo que percibimos es una selección, una parte, de la realidad exterior. Sin embargo esto no es exactamente así. La mayor parte de lo que vemos lo ponemos nosotros. Cogemos unas pinceladas del entorno y el resto lo completamos mediante la proyección. El movimiento en el cine es un buen ejemplo de esto. Se proyectan en la pantalla una serie de imágenes fijas y sin embargo nosotros rellenamos los huecos hasta ver algo continuo y fluido. De hecho todo lo que captamos en la retina, en los tímpanos o en la piel se transmite al cerebro por impulsos aislados que recorren las neuronas. Recibimos una secuencia de impresiones fijas, de fotos de lo que ocurre ahí afuera. Pero el cerebro no para de inventarse la información que le falta proyectando lo que cree que ha pasado entre dos impresiones.

La proyección es una forma de ahorrarnos trabajo. En lugar de estar descubriendo el mundo en cada mirada, cogemos unas pistas y completamos el resto basándonos en lo que ya conocemos. Veamos unos ejemplos:

LOCAL DESINFECTADO Y DESINSECTADO

En un cuarto de baño encontré un cartel con este texto. Me dije “Vaya, ¡sí que lo han desinfectado a conciencia!”. Me costó un par de minutos ver que la palabra desinfectado no estaba repetida.

3ST0 E5 0TR* 3JEMPL0 D3 C0M0 PR0Y3CT4M*S 4L L33R

Ahora probemos a contar el número de letras F en esta frase:
FINISHED FILES ARE THE
RESULT OF YEARS OF SCIENTIFIC
STUDY COMBINED WITH THE EXPERIENCE OF YEARS

Si hablamos inglés es probable que solo encontremos tres, ya que el cerebro se “ahorra” leer la palabra OF. En cambio, para alguien que no entienda el texto y que vea una secuencia de letras totalmente nueva, será más fácil encontrar las seis.
Más allá de lo curioso de este fenómeno, es muy interesante tener en cuenta que una gran parte de lo que percibimos, y de cómo lo interpretamos viene condicionado por nuestra experiencia. Igual que en el Test de Rorschah, frente a un estímulo ambiguo, es decir, que puede tener múltiples significados, nuestro cerebro asignará un significado “tirando” del cajón de lo que ya tiene almacenado en memoria. Es decir, de nuestras experiencias pasadas. Así, nuestra forma de ver el mundo, las situaciones que nos rodean, las intenciones de los otros, etc. no es ingenua. Tiene mucho que ver con lo ya vivido. Frente a una misma situación, dos personas completamente diferentes, pueden llegar a interpretarlas de forma muy distinta.
Esto explica (en parte) por qué muchas veces nos vemos atrapados en situaciones que se repiten a lo largo de nuestra vida aunque con diferentes actores. Tener en cuenta el fenómeno de la proyección, nos puede ayudar a considerar que lo que hay, quizá es más de lo que vemos. O que la salida a una situación puede estar más cerca de lo que pensamos, y solo hay que abrir los ojos de forma diferente.